Poco más de un año después de aquel
día gris
del Riazor que lo falló todo ante el rival más odiado (que no es el Celta,
sino el Valencia), el Depor vuelve a Primera. Y toda la alegría del gol
de Xisco ayer contra el Huesca hace que los recuerdos de una vida
blanquiazul, que comenzó con apenas 10 años, se apelotonen en la sien. Una
vida que tuvo su rito iniciático el
14 de mayo de 1994
con el disparo flojo y falto de la rabia que exigía el momento de un
líbero serbio con esparadrapo en los tobillos, y la alegría desmedida de
un González valencianista que poco se jugaba, más que una prima (y no
de
riesgo).
El dolor de un abrazo fraternal entre lágrimas, ante una abuela que no
entendía tanto pesar, dejó grabado en nuestro pecho los dos rombos (como
si fuese cosa de mayores) de una marca inglesa y, en el vientre, el
verde de una cooperativa láctea de la que devorábamos yogures creyendo que
Bebeto los desayunaba para hacer bailar a Riazor. Llorábamos mientras
Arsenio se resignaba y ofrecía una de las
ruedas de prensa
más bonitas de la historia del fútbol. "Mucho que decir y poco que
contar". Sin pegatinas de patrocinadores ni botellines de Solán de
Cabras cegando a los periodistas a la espalda del entrenador. Un
cuartucho blanco con pupitres de colegio, como aquellos sobre los que me cansé de dibujar el escudo de la Sala Calvet.
"Un espejismo",
decían. Un espejismo que dejó de serlo con una liga, dos copas (una de
las cuales silenció el silencio galáctico de un
Bernabeu festivo)
y tres supercopas. Europa se merecía conocer a este equipo. Y lo
conoció hasta tal punto que en una noche berlinesa de 2011, un chaval de
Tel-Aviv enfundado en la camiseta blaugrana de Iniesta, que me
preguntaba de dónde venía, me cortó diciendo "yes, Deportivo de La
Coruna", cuando me disponía a contarle qué es Galicia mentando al Camino
de Santiago, ya que dudaba de que Rosalía, Castelao o Cunqueiro
hubieran hecho mella en la cultura israelí. Esas noches europeas que las
noches madrileñas y el absurdo enamoramiento adolescente me obligaron a
vivir a medias, algo de lo que nunca dejaré de arrepentirme, pero que
espero vivir, como mucho, en dos años. Soñar es barato y Valerón no es
tan mayor.
El dolor hace afición como el dolor une naciones. El penalti de Djukic, la
patadita de Andrade a Deco y los
disparos inútiles
de Riki y Adrián. Ser del Deportivo en Compostela. Con lo fácil que
sería ser del Celta. Pero uno no decide sus colores como no decide donde
nace.
Pero hoy, mientras todo se desploma a nuestro alrededor, como le pasó a
Edward Norton y a Helena Bonham Carter en 'El club de la lucha', y los
mafiosos de la banca se salen con la suya, es bonito ser del Deportivo. Y suenan los
Pixies.
El
Compos asciende a Tercera, el Ourense vuelve a 2ª B y el Lugo juega la
fase de ascenso a Segunda. Y el Celta es casi equipo de primera. Siempre
lo fue. Siempre lo fuimos. Los dos. Aúpa Celta!
Y aúpa Deportivo, que diría Pazos.